sábado, 2 de marzo de 2013

Os contaré una historia.

Una historia de esas que salen en las películas, de esas que son tan románticas que nos hacen reír y llorar a la vez, os contaré mi historia, os contaré el por qué del comienzo de este blog.
No siempre las cosas nos salen como queremos. Ojalá nos saliesen como quisierámos pero entonces la vida sería aburrida, demasiado perfecta, demasiado monótona.
El amor nos hace débiles, y a mi me afectó más de lo que debería una flecha que me mandó el señorito Cupido.
Fui la persona más feliz del mundo, ¡en serio! Podía haberme pasado cualquier cosa mala que teniéndole a él a mi lado nada me parecería demasiado malo.
Pero los cuentos de hadas nunca son eternos, siempre hay algo de letra pequeña escondido entre líneas, y finalmente ese amor que me parecía perfecto me dejó sin aliento y destrozada.

Ahora continúo mi blog compartiendo nuevas historias, nuevos pensamientos, nuevas ideas...
Las personas cambiamos por lo que nos va sucediendo día tras día. Algunas personas acaban aprendiendo a mejor, y acaban siendo más listas, otras, en cambio, se vuelven unos monstruos por el desmesurado daño que le hicieron. Pero al fin y al cabo sin cambios, no se bien si para bien o para mal, pero ello nos da experiencia e historias que contar cuando seamos viejos.

Consecuencias inevitables.

Las cosas pasan por algo.
La mayor parte de ellas nos la buscamos nosotros. Todo lo que hacemos y decimos tiene sus consecuencias, a veces buenas, y otras muchas veces malas.

Nos encontramos solos en un mundo repleto de gente. Paseamos por la calle y para nuestro parecer está vacía, sin nadie, sin percatarnos de que a nuestro al rededor pasean cientos de personas. La soledad aparece cuando hemos actuado mal, o quizá demasiado bien, y nos toman el pelo.
Pero al fin y al cabo, a veces es mejor estar solo que mal acompañado.