Una vez tatué tu nombre en mi cadera, y un día me levanté y cuando me di cuenta se había resbalado hasta la planta de mi pie.
Con el tiempo, de tanto pisarlo se ha ido desgastando.
El amor no se escribe, se siente. Yo solo escribo lo que se siente, intento plasmarlo lo mejor posible, para que la persona que lo lea, lo pueda sentir lo más parecido a como yo lo sentí al escribirlo.
Aún así estoy cansada de escribir siempre de lo mismo, del amor, y otra vez lo estoy haciendo.
Y lo peor es que cada vez que escribo sobre él, su nombre vuelve a subir hasta mi mano, hasta mi ombligo, recorriendo mi cuerpo despacio, como una suave caricia.
Como él hacía.
Pero, ¿qué digo? Tráeme una copa de whisky hasta arriba de hielo, que hoy escribo sobre lo que más me gusta.
Pero que conste, yo no escribo sobre el amor.
Yo escribo amor.
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