Cuando creemos que ya nada puede ir peor, el destino nos muestra que sí, que siempre las cosas pueden ir a peor.
Porque cuando soy yo misma siempre me llevo decepciones, siempre acabo mal parada.
Se ve que tengo que ser fría, dura, inquebrantable, simular que nada me hace caer, que nadie consigue conmoverme, que nada me importa, que no siento nada por nadie, porque cuando soy cariñosa, buena y atenta, me toman el pelo y juegan conmigo.
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