Hay algunas cosas que a pesar de que nos duele el recordarlas, o el daño que nos hacen, no queremos olvidar. Otras querríamos olvidarlas y están grabadas en la memoria, tatuadas con lágrimas en las mejillas, esculpidas en las arrugas de la frente...
Yo no quiero olvidar que hay mañanas que amanecen mejor, ni quiero olvidar el por qué...
No quiero olvidar que hay ojos que no necesitan mirar para contar porque se adivinan en la distancia.
No quiero olvidar que hay amores que matan y puños que atan.
No quiero olvidar que el mundo lo construyo yo cada minuto, y si pierdo un minuto pierdo mi mundo.
No quiero olvidar que la risa no siempre es más fácil que el llanto, pero tampoco siempre es más divertida.
No quiero olvidar que estoy viva ni que mañana puedo no estarlo.
No quiero olvidar que el amor existe, que quiero y que me quieren, y que a veces el amor duele tanto como el desamor, e incluso más...
No quiero olvidar algunos besos, algunos gestos, algunos lugares, algunos amaneceres, algunas personas.
No quiero olvidar el olor de un bebé, ni una risa infantil, ni el primer adiós.
No quiero olvidar.
No quiero perder cosas.
No quiero que con el paso de los años olvide como me sentía en mi cumpleaños cuando era tan solo una niña.
O la primera vez que vi el mar.
O aquellos veranos de locura, de gusto, de relajación...
Aquellas tardes jugando en casa. Aquellos momentos, aquellos años, aquellos días...
Aquella maravillosa vida.
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